sábado, 28 de enero de 2012

Eso que ya no está.

Cuando las rupturas amorosas llegan a nuestra vida es difícil imaginarnos sin "ese alguien especial" a nuestro lado. Hayan sido varios meses o incluso varios años, es imposible no sentir ese dolor que seguramente nos durará un buen tiempo. Cuando entramos en una relación y de repente nos llega ese enamoramiento, el cual seguramente deseamos pero también tememos, nos volvemos locos y pocas veces actuamos de manera razonable. Nos dejamos llevar por la deliciosa y tierna fragancia que nos hace volar cada vez que lo(a) vemos o lo(a) escuchamos. Simplemente vivimos embobados durante mucho tiempo con esa persona. Dependiendo de nuestra forma de ser, vamos a ir a un ritmo tranquilo o veloz, siempre corriendo el riego de que nos puedan lastimar, pero ¿qué más da? simplemente tomamos el riesgo. Es por eso que cuando todo se acaba terminamos por la calle de la amargura, tristes y desolados, preguntándonos ¿qué hice mal? ¿tendría que haber hecho tal o cuál cosa? ¿tendría que haber sido más atento(a)? ¿por qué me fue infiel? ¿por qué se acabo la confianza? ¿nuestras metas y planes nos separaron? ¿nunca fuimos el uno para el otro? y así hay una lista interminable de preguntas que surgen cuando todo está a la deriva. Creo que todas(os) alguna vez hemos estado en esas circunstancias.

Hace poco uno de mis mejores amigos termino una relación que le llevo construir cerca de 5 años, y yo siendo su amiga lo veo triste y sin ánimo, obvio...qué podía esperar después de la ruptura de una relación que duró tanto y donde hubo tanto amor. A veces creo que no soy la mejor "Dra. Corazón" de mis amigos, puesto que como no me encuentro en su lugar les digo fácilmente que sigan con su vida y pasado es pasado, pero cuando recuerdo lo dificil que alguna vez fue para mi, trato de ponerme en sus zapatos y decirles de la mejor manera que todo esto va a pasar. Si me preguntan qué es lo que yo les sugiero a mis amigos es, que sigan con su vida, que tomará tiempo seguramente pero que tarde o temprano esa herida sanará. Las cosas han terminado por algo, algo que pudo terminar una relación tan larga y profunda significa por lo tanto algo grande, que no podrá cambiar. Tal vez haya sido la forma de ser de cada uno, sus intereses, sus metas, sus sueños, todo eso, desembocando en un plan de vida incompatible por los dos. Y cuando las rupturas son por infidelidad, he de suponer que las cosas terminan bastante mal, puesto que cuando la confianza se ve traicionada entre la pareja, no hay nada que la devuelva. Sea la razón que sea, el dolor es inevitable y nos costará lidiar un tiempo con el y nos durará hasta que nosotros queramos. Ese dolor y agonía serán nuestros acompañantes hasta que llegué el día en el que despertemos y esa piedra tan pesada que sentíamos en nuestro pecho haya desaparecido; cuando podamos pensar en él o en ella de una manera que nos deje más de lo que nos quita; cuando los rencores y odios se hayan ido y cuando nosotros solos aceptemos que lo que se tuvo algunas vez fue bueno, duro y lo disfrutamos, pero ahora no está y que aunque no esté seguramente llegará alguien indicado para hacernos sentir embobados y embriagados con el amor (nuevamente). Darse cuenta de que todo termino es aceptar que tal vez los dos tuvimos errores, en menor o mayor medida, pero los tuvimos. Que si las cosas no funcionaron, pues no y ya, que si en el presente estaban así, imaginar el futuro juntos estaba aún más difícil. En fin, el rompimiento es doloroso pero superarlo, aceptarlo y seguir adelante nos da las mejores enseñanzas, dolorosas si, pero nunca se experimenta en cabeza ajena. Así que sufre el duelo del rompimiento, pero no te lleves más tiempo del necesario y date cuenta que llevar equipaje de más siempre va a ser agobiante, así que suelta lo innecesario y sigue adelante con tu vida, que el único dueño de ella eres tú, nadie más.

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